Palabras de la Ministra María Ángela Holguín Cuéllar en el Homenaje al excanciller Diego Uribe Vargas

Universidad Jorge Tadeo Lozano, 30 de noviembre de 2017.

Señora Rectora de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, Cecilia Vélez White.

Señor Jaime Pinzón, Presidente del Consejo Directivo.

Un saludo especial al señor Ex canciller Diego Uribe Vargas, que nos acompaña por teleconferencia, y a la señora Angélica Uribe, su hija.

Señoras y Señores,

Agradezco a la señora Rectora la amable la invitación que me extendió para unirme al reconocimiento que se le brinda hoy al exministro de Relaciones Exteriores, Diego Uribe Vargas.

Un humanista que con sus aportes ha contribuido decididamente al desarrollo del país, bien desde de su acción en el campo de la política y el derecho internacional como Canciller de la República, así como en su noble condición de propulsor de la paz como miembro de la Asamblea Nacional Constituyente del 91, senador por lustros, Presidente de la Cámara de Representantes entre 1964 y 1966, y como lo demuestran sus contribuciones al país desde muchos otros espacios acompañado de su esposa Emita y de sus hijas.

Ese legado se vio enriquecido con su incansable labor académica que permite hoy reconocérsele como abanderado impulsor de la educación, bien como fundador de la Facultad de Diplomacia y Relaciones Internacionales de la Universidad que hoy nos acoge y del Instituto de Altos Estudios para el Desarrollo aprobado entre Colombia y Francia en 1979, así como por su prolífica actividad como escritor de múltiples y variados libros que son consulta obligada y permanente entre los estudiosos.

Fueron muchas las escuelas y colegios que se crearon o fortalecieron con su impulso, como la institución educativa que lleva su nombre en la población de Cambao, otras tantas las becas ofrecidas, mientras que al mismo tiempo defendía con ahínco las fronteras y sembraba en sus alumnos el amor por el país desde la Universidad Jorge Tadeo Lozano y la Universidad Nacional, entre otros muchos otros centros académicos.

Sabemos muy bien que la academia es un medio en el cual nuestro ilustre excanciller se siente cómodo; así los reflejan sus múltiples membresías como la de la Academia de Derecho de la Haya, de la Academia Colombiana de Jurisprudencia, de la Academia Colombiana de Historia, del Instituto de Derechos Humanos de Triestre, de la Academia Gallega de Jurisprudencia y Legislación, de la Sociedad Bolivariana de Colombia, y de tantas otras instituciones internacionales como la Academia de Derechos Humanos de París.

Por ello, abordar la obra de Diego Uribe Vargas es desde luego un trabajo extenso que el tiempo no nos permitiría llevar adelante en toda su dimensión, pero nos motiva a abordarlo con el mayor rigor y desde la perspectiva histórica y social que imprimió a sus acciones, porque esa es la característica principal de su aporte al país: la visión del momento histórico que le ha correspondido vivir y la sensibilidad social de todos sus actos para bien de la gente de las provincias.

Como cuando fue juez de la República, diputado a la Asamblea de Cundinamarca y Secretario de Gobierno, con un trabajo constante en defensa de los derechos de la mujer, las minorías, y los excluidos por la geografía nacional. Porque la palabra acción va estrechamente ligada a la vida de Diego Uribe Vargas.

Como Canciller le debemos el impulso y la defensa de principios como el derecho de asilo, reconocido aporte del derecho latinoamericano al mundo, que sigue siendo una importante tradición colombiana.

En su ejercicio como titular de las relaciones exteriores también debemos destacar el impulso dado por nuestro excanciller a la integración regional, por ejemplo, dentro de la CAN y con ella en sus diálogos con EE.UU., Argentina, Brasil, y la entonces Comunidad Europea.

Así mismo, el ingreso a la Comisión Permanente del Pacífico Sur en defensa del principio de las 200 millas marinas; la reivindicación de la órbita geostacionaria; el establecimiento de relaciones con la República Popular de China; solucionar, con acertado despliegue de diplomacia y tacto, la toma de la embajada de la República Dominicana por el M-19 evitando un derramamiento de sangre del Cuerpo Diplomático y demás invitados allí secuestrados.

En fiel ejercicio de su estirpe liberal fue crítico acérrimo de las dictaduras en América Latina de los años setenta y ochenta, como hoy lo somos de las que emergen, al igual que ordenó el traslado de la embajada de Colombia en Israel de Jerusalén a Tel Aviv en cumplimiento de lo dispuesto por el Consejo de Seguridad de la ONU.

Tales acciones serían incompletas si no mencionara el detallado seguimiento y la gestión realizada por el insigne Canciller frente a las negociaciones entre Estados Unidos y Panamá respecto del Canal interoceánico que le permitió a Colombia la salvaguardia de los derechos de navegación de nuestros nacionales y el tránsito en el ferrocarril cuando esta importante vía no estuviera operativa, como quedó plasmado en el Tratado Uribe Vargas-Ozores, suscrito en Montería en agosto 22 de 1979, en desarrollo del Acta de Contadora y el Tratado Urrutia-Thompson.

Y tampoco sería comprehensiva mi presentación si no hiciera referencia a un asunto que en nuestros días mantiene la más alta atención del gobierno.

Me refiero al Archipiélago de San Andrés y Providencia. Temprana y enérgica fue la defensa de nuestro archipiélago, como lo demuestra Uribe Vargas en sus memorias al Congreso de la República frente a la pretendida nulidad del Tratado Esguerra-Bárcenas de 1928 por parte de Nicaragua el 04 de febrero de 1980.

Igualmente, en su afán por consolidar los espacios marinos y submarinos de Colombia, se interesó en encontrar una solución negociada con la República de Venezuela respecto de los asuntos de límites en el Golfo que llegaron en 1980 a nivel de textos sometidos a los dos altos gobiernos bajo la ‘’Hipótesis de Caraballeda’’. Dicho proceso lo leemos en su libro ‘’Mares de Colombia’’, cuyo prólogo lo realizó el Presidente Julio César Turbay Ayala y que recoge los esfuerzos en la materia con los países con los cuales compartimos límites marítimos.

Importante referenciar su obra en defensa de los derechos humanos en su calidad de Miembro y Relator del Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, como experto del Comité de Derechos humanos de la Cruz Roja, por su libro ´´Los derechos Humanos y el Sistema Interamericano´´, por su participación en el Comité de Derechos Humanos de Estrasburgo; fue un garantista inspirado en la escuela francesa, propulsor de la defensa y goce de los derechos civiles y políticos, pero también un luchador por la afirmación de la tercera generación de los derechos humanos tal como nos lo dice en su obra ‘’LA TROISIEME GENERATION DES DROITS DE L’HOMME ET LA PAIX’’ publicada en 1985.

En otro contexto, también de actualidad, quisiera destacar el espíritu visionario de Uribe Vargas como defensor de la paz en su doble condición, como derecho y deber. Esta tesis se impuso en la Constituyente del 91 en donde fue actor principal al recoger la Carta fundamental en su ‘’Artículo 22’’ este principio esencial que dispone que ‘’La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento’’.

Las páginas de la historia de Colombia tienen un lugar de excepción reservado al excanciller Uribe Vargas desde muchos años atrás, su legado es fructífero entre las generaciones presentes y lo seguirá siendo para las generaciones venideras de colombianos, que han encontrado en Diego Uribe Vargas una inspiración, un ejemplo de servicio al país y un maestro y erudito que demuestra su amor y su profunda vocación por la docencia.

Con estas palabras he querido sumarme hoy al merecido homenaje que tantos sectores de la sociedad colombiana y, muy en especial, la academia le brindan a un gran colombiano a quien expresamos nuestro más profundo y genuino sentimiento de admiración y aprecio.

Muchas gracias.

 

 

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